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martes, 15 de mayo de 2007

Aldar Kose y el abrigo mágico, otro cuento popular kazajo

Hacía un frío intenso, y Aldar Kose se helaba cada día dentro de su viejo abrigo, descosido y lleno de remiendos.
Con este tiempo te congelas a menos que lleves un buen abrigo de piel de zorro, se decía a sí mismo Aldar.

Un día, Aldar Kose iba caminando, helado, con las manos en los bolsillos, los pies helados y la nariz azul, deseando encontrar una yurta para entrar en calor.
La nieve caía sin parar y el viento silbaba con fuerza en sus oídos.

Ni siquiera el humo de algún poblado podía verse a lo lejos en la estepa.
El enjuto caballo de Aldar Kose era incapaz de trotar, por más que lo intentara.
El viejo caballo estaba exhausto por el largo camino, y no se oía ladrar ni a un solo perro a lo lejos.
El caballo de Aldar cayó sobre sus patas sin poder dar un paso más.

"Todavía me queda mucho camino, si pudiera encontrar al menos una yurta,o me congelaré hasta morir con este frío", pensó Aldar Kose.

De repente, un jinete apareció de la nada delante de él.
Observando su caballo y su silla, Aldar adivinó que se trataba de un hombre muy rico.
Aldar se levantó y enseguida supo lo que debía hacer.

Aldar retiró su sombrero hacia un lado de la cabeza, como si sintiera calor en un día de verano, abrió las solapas de su abrigo, se sentó sobre la silla de montar, y comenzó a cantar una melodía, como si no se estuviese congelando de frío.

El hombre rico, temblando de frío en su abrigo de piel de zorro, le preguntó: " ¿ De verdad no tienes frío?" Aldar le respondió " tu abrigo puede ser frío, pero el mio da calor"

El hombre rico le preguntó de nuevo sorprendido:

- ¿ cómo puede ese abrigo tuyo darte calor?

- ¿Es que no lo ves?

- Lo que veo es que los cuervos han picoteado tu abrigo y lo han dejado totalmente roto. Hay más agujeros en él que trozos de piel, y no hay un solo pedazo de tela que quede entero.

- Es bueno para mi que esté roto y descosido, el frío que entra por un agujero de mi abrigo sale por otro, y el calor permanece conmigo.

El hombre rico pensó: " necesito ese abrigo mágico como sea"
Aldar Kose pensó "estaría tan caliente si consigo el abrigo de este hombre rico y me lo pongo"

El hombre rico le dijo a Aldar Kose:

-¿ Por qué no me vendes tu abrigo?

- No, no te lo venderé, me congelaría hasta morir con este frío"

- Mi abrigo de piel te dará también calor y es acogedor, tómalo, dijo el hombre rico.

Aldar Kose hizo como si no oyera sus palabras. Al mismo tiempo, con uno de sus ojos miraba el bonito y cálido abrigo del hombre rico, y con el otro miraba su magnífico corcel.

"Déjame darte también algo de dinero además de mi abrigo", dijo el hombre rico.
"No necesito tu dinero. Si me das tu caballo además del abrigo, lo pensaré".
El hombre rico lo pensó durante un momento y asintió con la cabeza, deseoso de poseer aquel abrigo mágico.

Aldar se puso el abrigo de piel de zorro del hombre rico, se montó raudo en su silla, y comenzó a cabalgar rápido como el viento.

Atravesó pueblo tras pueblo con su cálido abrigo, montado sobre su corcel.
En cada yurta que entró le preguntaron: " Aldeke, cómo conseguiste este abrigo de piel y este corcel?

"Lo cambié por mi viejo abrigo con setenta agujeros y noventa remiendos".

Después hacía reír a todos contando como había engañado al codicioso hombre rico.
Tan pronto como dejaban de reír, Aldar Kose repetía siempre:

" Si el camino es largo o corto, solo lo sabrán aquellos que viajaron a través de él.
Si la comida es amarga o dulce, solo lo sabrán aquellos que la comieron"

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